jueves, 29 de julio de 2010

4. El bienio de las obras (1679-80).

Las iniciativas de Antonio Paniagua para fortificar a la moderna el frente del Rivillas no habían llegado a cuajar. Afortunadamente, los sucesivos reveses que tuvo que encajar no le desanimaron. El 31 de marzo de 1679 envió una carta al Consejo en la que insistía, otra vez, en la necesidad de fortificar el frente del Rivillas. En la misma carta solicitaba que el ingeniero Ambrosio de Borsano se trasladase a Extremadura pues Francisco Domingo, el ingeniero que en ese momento se encontraba en Badajoz, no tiene plaza y lo que hace es menester pedírselo (1).

Las peticiones de Antonio Paniagua tampoco fueron atendidas en esta ocasión y el 7 de abril de 1679 el Consejo de Guerra volvió a insistir en que la prioridad era reparar las zonas arruinadas. Sobre el ingeniero se limitó a tomar nota de la petición. No obstante, el Consejo solicitó que Antonio Paniagua les remitiese el presupuesto de lo que pudiera importar la fortificación del frente del Rivillas (2).

El año 1679 fue especialmente fecundo en lo que a obras y tanto la Corona como el Ayuntamiento van financiar reparaciones más o menos amplias y alguna obra de nueva planta.

Antes de entrar en el análisis de estas obras es muy conveniente esbozar una panorámica de las fortificaciones de Badajoz en 1679. Para ello utilizaremos el plano de Francisco Domingo (16 de junio de 1679) en el que podemos distinguir:

A. La Alcazaba. Está representada de una forma muy esquemática pero otros documentos nos indican que conservaba tanto el perímetro amurallado medieval como la media luna que se había construido durante la Guerra de la Restauración (media luna de la Puerta del Alpéndiz). En el interior destaca la presencia de baterías, polvorines y almacenes para material de guerra. Estos últimos se habían situado en varias casonas y palacios habilitados para tal fin.

B.La ciudad conserva su cerca medieval aunque había perdido las albarranas. La cerca medieval estaba reforzada con varias obras exteriores adosadas a ella. Si recorremos la muralla desde el Guadiana al Rivillas encontramos en primer lugar dos baluartes (Torre del Canto y santo Domingo). El primero se levantaba entre lo que hoy es el Auditorio Ricardo Carapeto y el Puente de la Universidad. El segundo viene a coincidir con el Baluarte de San José. Seguían cuatro medias lunas cuyo emplazamiento viene a coincidir, groso modo, con las calles de Colón, Menacho, Plaza de los Dragones Hernán Cortés y las instalaciones deportivas de Casco Histórico. Las tres siguientes medias lunas, situadas en la esquina de la Trinidad y Hornos Caleros, fueron sustituidas en tiempos del Marqués de Caracena por los baluartes de Caracena y los Hornos Caleros. Entre los años 1677 y 1679 desaparecerá el Baluarte de Caracena y el de los Hornos Caleros será demolido cuando se construya el foso comprendido entre los baluartes de la Trinidad y Santa María. En el frente del Rivillas encontramos una media luna situada delante de la Puerta de la Trinidad y un pequeño baluarte adosado a la muralla y que se extiende delante de la Puerta de Mérida

C. Caminos cubiertos. Entre el Rivillas y el Guadiana se desarrolla el camino cubierto construido en 1663 y frente a la Trinidad se aprecia el camino cubierto construido por Diego Caballero. Este último será demolido cuando se construya el Baluarte de la Trinidad.

D. En los fuertes exteriores encontramos importantes novedades. La altura de Pardaleras fue fortificada por primera vez en 1658. Sospechamos que en el curso de las obras realizadas por Luis de Venegas en 1664 se transformó la media luna de Pardaleras en el fuerte a Corona que nos presenta Francisco Domingo. En la Cabeza del Puente aparece el hornabeque reformado en tiempos de don Juan José de Austria y el Fuerte de San Cristóbal presenta delante del revellín un nuevo camino cubierto. Esta obra debió construirse después del año 1658. En efecto, con motivo del sitio de 1658 el duque de San Germán ordenó coronar el camino cubierto del fuerte con una buena estacada y construir dos medias lunas delante de su revellín para estorbar los trabajos de aproche si bien estas medias lunas no tenían la traza que nos presenta Francisco Domingo. Por último los fuertes de la Cabeza del Puente y San Cristóbal estaban unidos por un camino cubierto.

Pasemos ahora a las obras

4.1. Obras de reparación emprendidas por la Corona.

4.1.1. El camino cubierto.

El camino cubierto o estrada encubierta es un elemento de la fortificación abaluartada que se extendía delante del foso (fig. 6). Era un corredor construido sobre la contraescarpa del foso que contaba con un parapeto por el frente que da a la campaña. El parapeto cubría totalmente al soldado de modo que para disparar debía subirse a un escalón o banqueta que también servía para que se sentase a recargar su arma. A continuación del parapeto, y en dirección a la campaña, se extendía una suave pendiente de tierra totalmente despejada de obstáculos conocida como explanada o glacis.

El primer elemento susceptible de ser identificado como camino cubierto se construyó durante el sitio de 1658. En efecto, con motivo del ataque portugués de ese año la guarnición y los vecinos levantaron una línea fortificada que se extendía, aproximadamente, desde la plaza del Padre López (junto al Instituto Bárbara de Braganza) hasta las inmediaciones del molino de Ballesteros (Molineta del Guadiana) (fig. 7A). Esta línea se mantuvo en uso poco tiempo ya que fue demolida cuando se construyó otra más cercana a la ciudad (fig. 7B). Esta segunda línea, diseñada o al menos supervisada por el ingeniero Ventura Tarragona, puede ser asimilada a un camino cubierto.

Fig. 6). El camino cubierto. Siguiendo la fotografía de izquierda a derecha vemos en primer lugar la escarpa de la cara izquierda del Fuerte de San Roque, foso, contraescarpa, camino cubierto, parapeto del camino cubierto, banqueta del parapeto. El glacis está ocupado en la actualidad por la calle de la derecha.

Fig. 7 A). Plano de Joao Nunes Tinoco, 1658 (Krigsarkivet, Estocolmo). Línea de defensa avanzada construida en 1658 está señalada con la letra C. (TESTÓN NÚÑEZ, I.; SÁNCHEZ RUBIO, C.M.; SÁNCHEZ RUBIO, R.: La Raya Luso-Extremeña en el Archivo Militar de Estocolmo, Gabinete de Iniciativas Transfronterizas, Junta de Extremadura, Mérida, 2003, pág. 74).

Fig. 7 B). Plano anónimo, 1658 (Krigsarkivet, Estocolmo). El camino cubierto construido en 1658 está señalado con la letra m (TESTÓN NÚÑEZ, I.; SÁNCHEZ RUBIO, C.M.; SÁNCHEZ RUBIO, R.: La Raya Luso-Extremeña en el Archivo Militar de Estocolmo, Gabinete de Iniciativas Transfronterizas, Junta de Extremadura, Mérida, 2003, pág. 80).

En 1663 se levantará un nuevo camino cubierto que fue diseñado por el ingeniero militar Nicolás de Langres y construido por Francisco Domingo. Se extendía entre los molinos de la Aceña (Guadiana) y los Hornos Caleros (Rivillas) (fig. 8). En el frente del Rivillas, Diego Caballero construyó otro camino cubierto que se extendía delante de la media luna de la Puerta de la Trinidad y se prolongaba después unos metros en dirección a la Torre del Canto del Rivillas (fig. 8). El camino cubierto de Diego Caballero pudo ejecutarse hacia 1665 aunque no podemos precisar su fecha exacta.

Como el resto de las fortificaciones, los caminos cubiertos fueron deteriorándose y en el informe de Luis de Venegas (8 de julio de 1677) ya se advierte de su ruina.

Pese a todo, hasta el año 1679 no se acometieron las obras. El 8 de abril de 1679 se redactaron las condiciones para su reconstrucción y el 10 de abril se hicieron públicas pregonándolas en los lugares habituales (esquina del Rastro, esquina de la botica de Sandoval y plaza de San Juan) (3). El mismo día pujaron por la obra los maestros albañiles Juan Sánchez, Juan Marcos y Francisco González Rebanales que tasaron la obra en 6.670, 6000 y 5.500 rs. respectivamente. El día 12 presentó una nueva postura Juan Marcos que tasó la obra en 5.400 rs. El 14 presentaron la suya los maestros Manuel de Acosta y Manuel Méndez (5.000 rs).

Ante la variedad de posturas (pujas u ofertas) se fijó el remate de la obra para el día 17. De las posturas que se hicieron ese día, la más baja fue la de Francisco González Rebanales que valoró la reparación en 4.400 rs.

Fig. 8). Plano de Francisco Domingo y Cueva, 1679 (I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVIII, fol. 179). El plano muestra el camino cubierto diseñado por Nicolás de Langres y construido por Francisco Domingo (señalado en rojo) y el camino cubierto construido por Diego Caballero (señalado en verde).

El día 26 de abril, Francisco González Rebanales firmó la escritura de obligación por la que se comprometía a realizar las siguientes obras en el camino cubierto:

§ Tapar y encalar todos los portillos con un muro de mampostería y mortero de cal de la misma altura que el resto de la obra.

§ Tantear (¿encamisar?) con piedra y cal las tapias de hormigón desgarradas y encalarlo después.

§ Reparar y encalar las surtidas (portillos) arruinadas.

§ Terraplenar los huecos que hubiesen quedado entre las nuevas obras y las viejas.

En la escritura de obligación se estipulaba también que la obra debía darse terminada en el plazo de dos meses contados desde el día que se le hiciese la primera paga.

4.1.2. El Fuerte de Pardaleras.

La ciudad de Badajoz está rodeada por varios cerros que dominan sus fortificaciones exteriores (padrastros) (4). Los más peligrosos, tanto por su altura como por su proximidad, son: San Cristóbal, Pardaleras, Cerro del Viento, Picuriña-San Lázaro, etc. En el caso de Pardaleras, una batería enemiga montada en este padrastro podía batir desde los cimientos las murallas situadas frente a él, enfilar varias calles, tomar de flanco las defensas contiguas al convento de la Trinidad, etc. Diego de Bordick, uno de los ingenieros militares que mejor conoció las fortificaciones de Badajoz, aseguraba que si el enemigo lograba tomar Pardaleras la defensa de la ciudad sería muy complicada. Así, cuando en 1643 y 1657 un ejército portugués amenazó con atacar Badajoz los defensores ocuparon inmediatamente Pardaleras y las alturas contiguas para dificultar las maniobras de aproximación de los portugueses.

Fig. 9 A). Plano de Joao Nunes Tinoco, 1658 (Krigsarkivet, Estocolmo). La media luna señalada con el círculo rojo formaba parte de la línea de defensa avanzada y después será la base del Fuerte de Pardaleras (TESTÓN NÚÑEZ, I.; SÁNCHEZ RUBIO, C.M.; SÁNCHEZ RUBIO, R.: La Raya Luso-Extremeña en el Archivo Militar de Estocolmo, Gabinete de Iniciativas Transfronterizas, Junta de Extremadura, Mérida, 2003, pág. 80).

Fig. 9 B). Plano anónimo, 1658 (Krigsarkivet, Estocolmo). El Fuerte de Pardaleras aparece marcado con la letra n (TESTÓN NÚÑEZ, I.; SÁNCHEZ RUBIO, C.M.; SÁNCHEZ RUBIO, R.: La Raya Luso-Extremeña en el Archivo Militar de Estocolmo, Gabinete de Iniciativas Transfronterizas, Junta de Extremadura, Mérida, 2003, pág. 74).

En 1658 los portugueses pusieron en pie un poderoso ejército y sitiaron Badajoz. Para dificultar las operaciones de sitio, la guarnición y los vecinos levantaron varias fortificaciones de campaña. Una de las más importantes fue la línea de defensa exterior que ya hemos mencionado al hablar del camino cubierto. Dicha línea se extendía, aproximadamente, desde la plaza del Padre López (junto al Instituto Bárbara de Braganza) hasta las inmediaciones del molino de Ballesteros (Molineta del Guadiana) (5). La obra más fuerte de la línea era una media luna que se levantó en el Cerro de Pardaleras (fig. 9A). Como ya hemos dicho, esta línea fue demolida salvo la media luna de Pardaleras que desde entonces quedaría como una fortificación avanzada y aislada aunque después la media luna fue completada con nuevas obras destinadas a potenciar sus defensas:

§ Se consolidó el frente de ataque.

§ Se construyeron dos alas que comunicaban la media luna con el camino cubierto de la ciudad (fig. 9B).

§ Se perfeccionó la estacada y el foso.

§ Se reforzaron los parapetos.

Fig. 9 C). El Fuerte de Pardaleras en 1679 según Francisco Domingo (I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVIII, fol. 179).

Después del sitio de 1658, las obras más ambiciosas se realizaron durante el mandato de don Juan José de Austria (1660-1664) (6). Posiblemente fue entonces cuando se transformó la media luna en un fuerte a corona, es decir, una fortificación compuesta por un baluarte con dos cortinas laterales rematadas en sendos semibaluartes (fig. 9C). Las obras propiamente dichas estuvieron a cargo de Luis de Venegas (teniente de Maestro de Campo General e ingeniero) aunque no podemos certificar si el diseño fue también suyo o de otro ingeniero (Nicolás de Langres, Ventura Tarragona, etc).

Las obras que realizó Luis Venegas en Pardaleras (hacia 1664) fueron muy importantes aunque el proyecto no llegó a concluirse íntegramente por no haberle dado el caudal en que se tasó (7). Algunos propietarios de terrenos también se vieron afectados por el impago. Así, Beatriz Doblado otorgó en 1672 una carta de poder al capitán reformado Alonso del Moral para que en su nombre pudiera cobrar los 1.900 reales que se le adeudaban desde que don Juan José de Austria ordenó la ocupación de unos terrenos de su propiedad donde se fabrico un fuerte q. llaman de las Pardaleras.

Fig. 9 D). El Fuerte de Pardaleras en 1698 según el proyecto de Juan Muñoz Ruesta (I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVIII, fol. 226).

Es decir, la falta de liquidez impidió acabar la obra y para colmo de males el primer temporal de lluvias arruinó una parte de lo que se había construido. Así, Diego Caballero en su informe del 6 de febrero de 1665 apunta:

“... La obra nueva de Santa Marina (Pardaleras) en el baluarte de San Juan que mira á Guadiana (se refiere al baluarte del fuerte de Pardaleras, pues el baluarte de San Juan, situado en la muralla urbana, no existía) se han caído veinte y cinco espacios de tapias de hormigon de entre rafa y rafa de piedra, que hacen cien varas; ésta es la obra que ajustó S.A por un tanto con el teniente de maestro de campo General D. Luis Venegas, y aunque las rafas han quedado en pie, hay muchas dellas atormentadas que es necesario deshacerlas cuando se levante lo demás de la obra...” (8)

Dada la importancia de Pardaleras en el sistema defensivo de Badajoz, sorprende la escasa atención que las autoridades prestaron al fuerte especialmente si tenemos presente que hasta 1668 no se firmó la paz con Portugal y la ciudad estaba expuesta a un ataque.

La situación no mejoró tras la guerra. En el informe de Luis de Venegas, fechado el 8 de julio de 1677, se dice que Pardaleras necesita de mucho aderezo por haberse arruinado por algunas partes con las aguas (9). Tendremos que esperar hasta el año 1679 para que se ejecuten las obras. La única construcción que hemos documentado entre los años 1664 y 1679 es el cuerpo de guardia que Francisco Domingo se comprometió a levantar el 13 de agosto de 1665 (10).

Llegados a este punto debemos advertir que los distintos autores que mencionan la fortificación de Pardaleras la identifican de múltiples formas:

§ Media luna de Santa Marina o media luna de las Pardaleras (informe de Jerónimo Mascareñas, 1658).

§ Media luna avanzada de la plaza (plano anónimo, 1658).

§ Obra coronada de la media luna de Santa Marina (Luis de Venegas, 1664).

§ Fuerte de las Pardaleras (Francisco Domingo, 1665).

§ Obra nueva de Santa Marina (Diego Caballero, 1665).

§ Fuerte de las Pardaleras (escritura de poder de Beatriz Doblado, 1672).

§ Obra coronada del cerro de Santa Marina (Luis de Venegas, 1677).

§ Obra coronada de las Pardaleras (Francisco Domingo, 1679).

§ Tenaza de las Pardaleras (Francisco González Rebanales, 1679).

§ Tenaza de la media luna de las Pardaleras (Juan Bautista Machado, 1679)

§ Fuerte de las Pardaleras (pregón del 3 de julio de 1679).

§ Obra coronada de las Pardaleras (Francisco Domingo, 1679).

§ Fuerte de las Pardaleras (Cabildo Municipal, mayo de 1683).

§ Fuerte de las Pardaleras (Juan Muñoz Ruesta, 1698).

§ Tenaza de Pardaleras (J. Tomás Correa, 1700).

§ Fuerte de las Pardaleras (Cabildo del día 26 de mayo de 1704).

§ Trincherón a corona o fuerte de Pardaleras (Diego de Bordick, 1729).

De esta relación parece desprenderse que el término “fuerte” empezó a generalizarse a finales del siglo XVII.

Asimismo, y antes de entrar en las reformas propiamente dichas, conviene que repasemos cómo era el fuerte antes de las obras. Así, en el plano de Francisco Domingo observamos que la obra coronada de las pardaleras estaba precedida de foso y camino cubierto. Dos poternas, situadas en los ángulos flanqueantes del baluarte, permitían acceder al foso desde el interior. Dos alas unían y ponían en comunicación al fuerte con el camino cubierto de la ciudad. Las cortinas y las líneas defensa son cortas lo que posibilitaba una defensa con fuego de mosquetería. Dentro del fuerte destacan dos edificios anejos a los muros del baluarte. El primero, de planta cuadrada, estaba adosado al muro de la gola y el segundo, de planta rectangular, estaba adosado al flanco derecho. La construcción de planta rectangular pudiera corresponderse con el cuerpo de guardia, al menos así aparece en los planos de 1739 y 1765 (11). La construcción cuadrada podría corresponderse con una torre que aparece en varios perfiles de la plaza realizados entre 1735 y 1736 (12). En un plano del año 1739 se apunta que la torre fue habilitada como quarto para el oficial, commandante, cuyo sotano Sirve de A/lma/zenillo para la Polvora. El ingeniero militar Martín Gabriel (1765) abunda en la misma línea cuando señala que por entonces la torre servía de cuarto para el cabo.

Combinando el informe de Diego Caballero (6 de febrero de 1665) y el pliego de condiciones para las obras de Pardaleras que publicó Francisco Domingo (13 de mayo de 1679) podemos saber que una parte del fuerte se construyó con tapias de hormigón levantadas sobre un cimiento de piedra y cal. Las rafas en las que se apoyaban las tapias estaban fabricadas de piedra y barro y tenían una vara de grueso.

El pliego de condiciones para reparar Pardaleras fue redactado por el ingeniero mayor (Francisco Domingo) el 13 de mayo de 1679 (13). La obra fue pregonada en los lugares de la ciudad en los que se acostumbraba a dar los pregones (Plaza de San Juan, esquina de las Carnicerías y esquina de la botica de Sandoval).

El 23 de junio, el maestro albañil Antonio Rebanales ofreció una primera postura en la que tasaba las obras en 11.600 Reales. Como veremos más adelante, Antonio Rebanales será una figura clave en la construcción del recinto abaluartado de Badajoz.

El 27 de junio presentó postura el maestro albañil Juan Bautista Machado que valoró las obras en 10.000 reales. Juan Bautista Machado era natural de Elvas y posiblemente se trasladó a Badajoz después de la guerra pues sabemos que había participado en las fortificaciones de Monsaraz y Moron (¿Mourao?) (14).

El 30 de junio, el maestro albañil Juan Sánchez López ofreció realizar las obras por 9.800 reales.

Para no dilatar el proceso de adjudicación, Antonio Paniagua, gobernador de las armas de la frontera de Extremadura, ordenó que el día 3 de julio se rematase la obra y para ello se diese aviso al veedor (Pedro de Peredo), al contador (Juan Bautista Zavala) y a los maestros albañiles que había ofrecido posturas (Antonio Rebanales, Juan Bautista Machado y Juan Sánchez).

El día 3 de julio, en la Plaza de San Juan, a las cinco de la tarde, Nicolás Corvin pregonó la postura de

“... nueue mill y ocho cientos Rs. estan puestas las obras y reparos (…) el Recinto del fuerte de las Pardaleras...” (15)

Parece ser que en este acto se presentaron nuevas posturas pero finalmente resultó ganadora la que hizo Francisco González Rebanales que tasó la obra en 7.000 reales.

El 6 de julio de 1679, Francisco González Rebanales junto con Isabel Márquez (su esposa) y Gaspar Higuero (fiador) firmaron la correspondiente escritura de obligación en la que se comprometían a realizar la obra y acabarla en dos meses.

Para concluir hemos de subrayar que las obras de 1679 sólo sirvieron para levantar las zonas arruinadas. En ningún momento se planteó la posibilidad de cambiar ni el emplazamiento ni el diseño del fuerte. Los defectos derivados tanto de su incorrecto emplazamiento como del diseño de sus defensas eran tan evidentes que ya en 1698 Juan Muñoz Ruesta propuso sustituir el fuerte de Pardaleras por otra fortificación (fig. 9D) (16).

Fig. 9 E). El Fuerte de Pardaleras en 1704 (Plano anónimo de Badajoz, Archivo de Vincennes, Paris). BONET CORREA, A.: Cartografía militar de plazas fuertes y ciudades españolas, siglos XVII-XIX, Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales, C.S.I.C., Madrid, 1991.

4.2. Obras de financiación municipal:

4.2.1. Reparación de las murallas.

Sabemos que las murallas comprendidas entre la Alcazaba y la Puerta de Palmas se encontraban en un estado lamentable pues Luis de Venegas aseguraba que por algunos puntos podían entrar y salir carros (Informe de 8 de julio de 1677). Con este panorama no debe extrañarnos que en la resolución del Consejo de Guerra del 7 de abril de 1679 se considerase prioritaria la reparación de la muralla de la ciudad (17).

En 1679, el propio Ayuntamiento costeó ciertas obras de reparación aunque es muy posible que dichas obras no persiguiesen otro objetivo que controlar la entrada de posibles apestados en Badajoz. Por esta razón, más que fortificar la ciudad se consiguió un cercado que por su altura, y no por su fortaleza, impedía el acceso a la ciudad de los enfermos (cabildos de los días 18 de mayo, 5 de junio de 1679, etc.). Como veremos más adelante, las obras de reparación de la muralla no se acometieron hasta el año 1688 y fueron costeadas por la Corona.

4.2.2. El cuartel de caballería de Santo Domingo.

De todas las obras construidas en 1679, el cuartel de caballería fue la más apreciada por los vecinos pues los soldados carecían de alojamientos específicos (cuarteles) y eran los vecinos los que tenían la obligación de alojar a los soldados en sus propias casas. Esta obligación, además de una carga económica muy gravosa, originó múltiples disputas y enfrentamientos entre militares y civiles (alojados y alojadores).

Para aliviar la presión de los alojamientos sobre el vecindario, el 1 de diciembre de 1676 las autoridades municipales acordaron construir dos cuarteles (uno de caballería y otro de infantería). Se inició entonces un largo proceso en el que fue necesario recabar la correspondiente autorización Real, formalizar su diseño, calcular el coste, buscar financiación para su construcción y mantenimiento, etc. Las gestiones se alargaron en el tiempo y hasta el año 1679 (o quizá finales de 1678) no comenzaron las obras.

El rechazo a los alojamientos era tan fuerte que las autoridades municipales se comprometieron a levantar los cuarteles a su costa (18). Como contrapartida, la ciudad suplicó a la Corona que ordenase el alojamiento en ellos de todos los militares, es decir, soldados y oficiales de modo que los vecinos estuviesen libres de alojamientos (19). No obstante, la Corona consideró que debían alojarse en los cuarteles soldados, sargentos y alféreces pero los oficiales del ejército, de capitán en adelante, seguirían siendo alojados por el vecindario (20). También se eximía a los vecinos de dar alojamiento a los oficiales naturales de la ciudad o los casados en Badajoz que tuvieran casa.

En el Cabildo Municipal celebrado el día 16 de septiembre de 1677 los representantes municipales se manifestaron en contra de esta “oferta” y la mayoría consideró que sólo debían construirse los cuarteles si se alojaban en ellos todos los oficiales (…) y los vecinos no tengan alojamientos (21).

La Corona no aceptó la “iniciativa” de las autoridades municipales de modo que en el Cabildo del día 18 de noviembre resolvieron

“…se hagan dos quarteles vno para caualleria y otro para la ynfanteria para la guarnicion desta plaza pero aora capazes el de la ynfanteria de quinientos infantes y el de caballeria de ciento cinquenta cauallos (…) entrando en dhos quarteles los oficiales de capitan avajo (…) no siendo del cargo desta ciudad el aver de darles y mantenerles camas questo a de ser por quenta de S.Mg…” (22)

Con objeto de financiar la construcción y el mantenimiento de los cuarteles, las autoridades municipales solicitaron licencia a la Corona para emplear arbitrios extraordinarios si bien, dichos arbitrios se tomarían de aquellas partidas o propiedades municipales que supusieran un menor perjuicio para los vecinos más pobres.

El 27 de julio de 1678 el Rey autorizó a la ciudad para que pudiera arrendar ciertos baldíos y tomar un censo de 100.000 rs., todo ello destinado a financiar la obra de los cuarteles. La Corona consideró que el arriendo no suponía un perjuicio para los vecinos más pobres ya que los baldíos que quedaban para su disfrute eran suficientes y además el alivio de los alojamientos compensaba cualquier mengua en el disfrute de los baldíos de modo que el 15 de septiembre despachó la licencia real definitiva. A partir de este momento se puso especial énfasis en la construcción del cuartel de caballería, por el contrario, el cuartel de infantería se retrasó varios años.

El cuartel de caballería de Santo Domingo es el primer cuartel que tenemos documentado en Badajoz. El edificio fue proyectado por Francisco Domingo que en un primer momento debió diseñar un edificio para 100 caballos aunque después se amplió para dar cabida a 150.

El inmueble se levantaba frente a la fachada del convento de Santo Domingo y ocupaba la manzana delimitada por la Plaza de Santo Domingo, la Avenida de Colón y la calle de Fernández de la Fuente (fig. 10A).

Fig. 10 A). Emplazamiento del cuartel de caballería de Santo Domingo(Callejero, Excmo. Ayuntamiento de Badajoz).

Era un edificio de planta rectangular con dos puertas que se abrían en el centro de sus lados mayores. Junto a las puertas había dos grandes zaguanes. La planta inferior estaba recorrida longitudinalmente por una hilera de pilares y estaba dividida en cuatro cuadras con capacidad para 37 ó 38 pesebres cada una. Esta planta estaba cubierta con bóvedas. El alojamiento de los soldados se encontraba en la planta superior. El tejado era de madera y ladrillo por tablas.

El contrato para levantar el cuartel fue ganado por los maestros de aluanileria Juan Bautista Machado y Alonso Hernández Manzano siendo fiador Antonio Díaz. La obra se tasó en 163.000 reales. No sabemos exactamente cuando comenzaron los trabajos pero es posible que la escritura de obligación (contrato para levantar la obra) se firmase en febrero de 1679.

Las autoridades municipales, por medio de los comisarios correspondientes, efectuaron un seguimiento muy estricto de la obra (composición de los morteros empleados, respeto a las calidades estipuladas, etc.).


Fig. 10 B). Emplazamiento del cuartel de caballería de Santo Domingo. De frente la fachada de la iglesia de Santo Domingo y en el primer plano de la izquierda uno de los edificios que ocupan el solar del cuartel.

Fig. 11). Plano de Francisco Domingo del cuartel de Santo Domingo (I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVIII, fol. 170).

Así, el día 5 de junio se ordenó inspeccionar lo que se había construido para verificar si ba conforme a Arte y se pidió a los cabildos de Mérida y Medellín que enviasen a alguno de sus mejores maestros para inspeccionar la construcción (23).

Las inspecciones encontraron deficiencias en la obra. En el Cabildo Municipal del día 22 de junio, los comisarios municipales (delegados del municipio para inspeccionar y hacer un seguimiento de la obra) informaron que habían acordado con los contratistas modificar el proyecto original con objeto de asegurar la obra y también añadir algunas mejoras a la misma. En dicho cabildo se ordenó firmar nuevas escrituras con las nuevas condiciones (24).

El 23 de junio de 1679 se formalizó el nuevo contrato que incluía el refuerzo de la estructura, la construcción de unas segundas bóvedas para cubrir el edificio, la sustitución de los pilares por columnas de mármol de Estremoz, la ampliación de los zaguanes y los pesebres. La ampliación de los pesebres hizo que su número se redujese de 150 a 128 (25).

Las obras se prolongaron varios años y el proyecto original fue muy retocado. Así, en agosto de 1681 se decidió suprimir las segundas bóvedas, es decir, las que debían cubrir la primera planta. Tras esta modificación sólo la planta baja tendría cubierta abovedada. Más delante fue preciso construir unos “archetes” para asegurar las bóvedas (septiembre de 1681). También fue necesario macizar uno de los arcos (enero de 1682). Finalmente, en el verano de 1682, el cuartel estaba en condiciones de uso (26).

4.3. Se inicia el recinto abaluartado.

Antonio Paniagua no cejaba en su pretensión de cerrar el frente del Rivillas con una fortificación abaluartada y el 2 de junio de 1679 envió al Consejo de Guerra el presupuesto que le habían solicitado (resolución del 7 de abril de 1679). El autor del mismo fue el ingeniero Francisco Domingo. El presupuesto incluía dos baluartes (Trinidad y Santa Marina), la cortina intermedia y parte de otra que en conjunto sumaban 840 varas de circuito (705,6 m).

Francisco Domingo acompañó el presupuesto con un plano en el que podemos apreciar como las nuevas fortificaciones están trazadas de modo que sus elementos (cortinas, caras y flancos) no estuviesen flanqueados (como sucedía con la vieja muralla medieval) y dejasen intramuros al convento de la Trinidad (fig. 12).

Fig. 12). Plano de Francisco Domingo y Cueva, 1679. Hemos señalado en rojo los dos baluartes y las dos cortinas de su proyecto y en azul el límite exterior del foso o contraescarpa (I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVIII, fol. 179)

Fig. 13). Secciones ideales del proyecto de Francisco Domingo. En la parte superior sección de las cortinas y uno de los flancos con su terraplén (marrón), escarpa sin talud (gris), parapeto (azul) y foso. Debajo sección de las caras y 3 flancos de los baluartes con su terraplén (marrón), escarpa (gris), parapeto doble (en azul oscuro tapias de hormigón y en azul claro relleno interior de tierra) y foso.

Las características técnicas de las nuevas fortificaciones y su coste aparecen perfectamente descritos en el proyecto:

A. Las escarpas de las cortinas y baluartes estarían construidas con piedra y mortero de cal y tendrían siete varas de altura hasta el inicio del parapeto (5,88 m). Francisco Domingo no especifica si las siete varas incluían la cimentación.

En los baluartes la escarpa tenía dos varas y media de ancho en su base (2,1 m) e iría decreciendo de modo que al iniciarse el parapeto sólo tendría una vara de grueso (0,84 m). La escarpa de la cortina y uno de los flancos, que no especifica, sería de una bara el grueso por igual, es decir, estaría levantada a plomo, sin talud. La cara interior de las escarpa, tanto de las cortinas como de los baluartes, estarían levantadas a plomo y sin contrafuertes.

B. Los parapetos de los baluartes serían dobles y se fabricarían con tapias de hormigón de una vara de grueso (0,84 m) en ambas caras. El hueco comprendido entre las dos tapias de hormigón se rellenaría con tierra. La sección del parapeto, incluidas las tapias de hormigón y el relleno intermedio, era de cinco varas (4,2 m). Dada la anchura del parapeto pensamos que un primer momento sólo podía construirse la cara exterior, es decir la que se levantaba sobre el cordón, mientras que el resto del parapeto (cara interior y relleno intermedio) sólo podría construirse una vez que se hubiese conformado el terraplén ya que de otro modo tanto la cara interior como el relleno intermedio volarían cuatro varas (3,2 m) sobre la cara interior de la camisa (fig. 13). La cara exterior del parapeto tendría una vara de alto y la interior vara y media (1,26 m) por lo que el remate del parapeto tendría declive hacia el exterior. Para las cortinas proponía un parapeto simple de vara y media de altura y una de grueso pero con sus dos caras de hormigón y sin declive hacia el exterior. En conjunto, la altura exterior de la escarpa incluyendo al parapeto sería de 6,72 m.

C. Los terraplenes de los baluartes eran de 15 varas de ancho (12,6 m) de las cuales las 4 primeras serían las correspondientes a la mayor parte del parapeto y las 11 restantes para el camino de ronda, plataformas de la artillería, etc. En las cortinas el terraplén tendría sólo siete varas de ancho (5,88 m.).

D. Un foso de cien pies de ancho (28 m.) y dos varas de profundidad (1,68 m.). Los materiales extraídos de la excavación se emplearían en la construcción de los baluartes y cortinas (la piedra se destinaría a los muros y la tierra a los terraplenes). El foso que debía excavarse delante de la cortina que uniría los dos baluartes tendría más de los 100 pies ó 33 varas de ancho aunque no llega a precisar su anchura exacta ni el coste pues supone que

“…Sera una pedrera donde continuamente se sacara piedra para los ornos de Cal y otras obras que solo por la piedra profundizaran en aquella parte…” (27)

Más delante comprobaremos lo acertado de sus previsiones.

En la descripción de la obra echamos en falta el cordón, que separaba la escarpa del parapeto, y la banqueta (escalón adosado al parapeto al que se subía el soldado para hacer fuego). Sobre esta última hemos de recordar que Francisco Domingo apunta que el parapeto ocupaba las cinco primeras varas de terraplén. En realidad, el parapeto, de cinco varas de ancho, solo ocupa las cuatro primeras varas pues la quinta se corresponde con la anchura de la escarpa. No sabemos como interpretar este asunto. Es decir, no sabemos si Francisco Domingo se despistó, o bien, la vara en cuestión se corresponde con la banqueta.

Por último, hemos de apuntar que algunos aspectos del pliego de condiciones nos resultan incomprensibles. Concretamente en el segundo apartado del proyecto señala:

“…Ay en los Baluartes en cada uno una profundidad de un pedazo mas que el demas terreno, y para igualar se ha de hacer embasamento de dos baras de alto y tres en su principio…” (28)

El texto es, a nuestro juicio, muy oscuro. En principio pudiera indicar que una parte de los baluartes se levantaría a una cota más baja que el resto y esas zonas bajas debían elevarse para salvar el desnivel e igualarse con el resto. Esta obra, que igualaría y enrasaría el arranque de los baluartes, tendría dos varas de alto por tres de ancho.

Francisco Domingo estimó el coste del proyecto en 352.470 reales. A la vista del presupuesto, Antonio Paniagua consideraba que con los 40.000 escudos que la Corona había consignado para fortificar Badajoz y los 19.000 que adeudaba Alonso de Aguilar se podría cubrir el coste de la obra. El Consejo de Guerra estimó, nuevamente, que primero debían repararse las fortificaciones arruinadas y después si restaban fondos suficientes, y una vez que se tuviese el dinero, se iniciasen las nuevas obras (informes del 14 y 16 de junio de 1679).

En esta ocasión la financiación debió resultar suficiente y las obras se licitaron poco después aunque de los dos baluartes propuestos por Francisco Domingo sólo se licitó el Baluarte de la Trinidad, parte de su cortina colateral izquierda, la cortina colateral derecha completa y la mitad del flanco izquierdo del Baluarte de Santa María(29).

El documento con las condiciones para construir dichas fortificaciones no está fechado ni firmado pero debemos suponer que su autor fue Francisco Domingo y deberíamos fecharlo a comienzos de septiembre pues el día 6 de ese mes se dio el primer pregón. Los días 7, 8, 9 y 10 se dieron otros tantos pregones. El primer maestro albañil en ofrecer postura para la obra fue Antonio Rebanales que tasó la vara cúbica construida en 12, 5 rs. y en 2 rs. la vara cúbica de tierra excavada para la cimentación y puesta después en el terraplén. La postura de Antonio Rebanales fue pregonada los siguientes días.

El remate se fijó para el 8 de octubre. En el acto del remate no aparecieron mejores posturas y por tanto se le adjudicó la obra aunque este precio, 12,5 rs la vara cúbica construida, no se ajustaba a lo que había presupuestado Francisco Domingo que había tasado la manifactura de maestros, peones, cal, arena y agua en 10 reales (30).

El día 10, Antonio Rebanales y su fiador (Juan Marcos) firmaron la escritura de obligación en la que se comprometían a construir un baluarte, una cortina, parte de otra y medio flanco. En la escritura se establecían las siguientes condiciones:

· La escarpa se levantaría con mampostería y mortero de cal. El ingeniero decidiría tanto la sección como la altura de la escarpa. El coste de la vara cúbica de mampostería se estipuló en 12,5 reales de vellón.

· Los otorgantes abrirían los cimientos de la escarpa. Los cimientos tendrían 10 varas de ancho y deberían profundizarse hasta encontrar firme. Los otorgantes se comprometían a transportar intramuros la tierra extraída de los cimientos para ir conformando el terraplén. Por cada vara cúbica de tierra trasportada para el terraplén recibirían 2 reales y además se le entregarían las herramientas necesarias para dicho trabajo (4 picos azadones, 4 azadas y 4 palas). Si por algún motivo fuese preciso excavar los cimientos en la roca este trabajo sería por cuenta de los maestros pedreros.

· La calidad de los morteros empleados (cal, arena y agua) sería controlada por la persona o personas que la Corona determinase. Recordemos que la Corona era la institución que financiaba la obra.

· Debían trabajar en la obra cuatro maestros albañiles con sus correspondientes peones pero si hubiese material y piedra suficientes se comprometían a aumentar tanto el número de albañiles como de peones. No conocemos los nombres de los albañiles que participaron en la obra aunque parece obvio que tanto Antonio Rebanales como Juan Marcos, ambos maestros albañiles, trabajaron en ella. No descartamos la intervención de Antonio Rebanales, el Mozo, que en otras obras formó sociedad con los dos anteriores. Por desgracia no podemos certificar su actuación ya que es posible que por estos años Antonio Rebanales, el Mozo, fuese muy joven o no pasase de oficial.

· La Corona entregaría a los albañiles la piedra con la que se construirían las escarpas.

· La cal para los morteros era por cuenta de los otorgantes. Para cocer la cal, la Corona les entregaría el horno ymediato a la muralla que oy tiene arendado Juan rodriguez suarez con obligazon que A de thener el otorgante de pagar Al dueño de el su arendamto. La piedra necesaria para la cal podrían sacarla del terreno en el que habría de excavarse el foso y si en este circuito no la hubiese podrían sacarla del foso de la media luna de los hornos caleros o del sitio que indicase el ingeniero. Asimismo, la Corona entregaría a los otorgantes las herramientas para sacar la piedra (6 picos azadones, 6 palas, 6 piços Marones, 2 palancas, 2 barrenos, 2 mazas de hierro, 2 cucharas, 2 cuñas grandes, 2 marras para romper las piedras grandes, 24 espuertas y 5 arrobas de pólvora). Salvo la pólvora, los otorgantes debían entregar las herramientas, en el estado en el que se encontrasen, al finalizar los trabajos.

· Con respecto a los pagos se estipulaba que para empezar la obra la Corona entregaría 400 reales y después cada sábado se abonaría lo que correspondiese en función del trabajo desarrollado entre el lunes y el sábado.

Como ya hemos dicho, el proyecto de Francisco Domingo también contemplaba la excavación de un foso de 28 m de ancho (100 pies ó 33 varas) y 1,68 m de profundidad (2 varas).El pliego de condiciones para excavar el foso no está fechado ni firmado aunque suponemos que su autor fue Francisco Domingo. Mas complicado resulta establecer las fechas en las que se tramitó pues la documentación correspondiente ofrece fechas que resultan incompatibles. En nuestra opinión, los trámites se iniciaron el día 26 de agosto. Esta fecha es muy adecuada pues debemos recordar que la Corona debía suministrar la piedra necesaria para construir la nueva muralla. Esta piedra procedería de la excavación del foso por lo que parece lógico suponer que antes de proceder a la construcción de la muralla se hubiese acumulado piedra suficiente y para ello la excavación del foso debía comenzar cuanto antes.

En el pliego de condiciones se estipulaba que el foso se excavaría Al sitio del olibar que fue del combento de la santisima trinidad (31). El Olivar de los Frailes de la Trinidad estaba intramuros pero al construirse la nueva muralla abaluartada una parte del mismo quedó extramuros. Por último hemos de resaltar que en el pliego de condiciones se modifican las dimensiones del foso que aparecían en el proyecto original pasando ahora a 150 varas de largo (126 m), 10 de ancho (8,4 m) y 4 de profundidad (3,36 m).

Aunque en las escrituras se dice que la obra se pregonó los días 26 y 27 de septiembre los pregones debieron hacerse los días 27 y 28 pero del mes de agosto.

El 27 de agosto el maestro pedrero Francisco Gutiérrez presentó postura en la que tasaba la vara cúbica excavada en 4 rs (lo mismo que había presupuestado Francisco Domingo). La postura de Francisco Gutiérrez se pregonó los días 3, 4 y 5 de septiembre. Como no aparecían nuevas posturas se ordenó rematar la obra el día 7. En el acto del remate tampoco aparecieron nuevos postores. El 11 de septiembre, Francisco Gutiérrez firmó la correspondiente escritura de obligación en la que se estipulaba que la Corona entregaría la pólvora y las herramientas necesarias para la excavación y Francisco Gutiérrez se comprometía a finalizar la obra en el plazo de seis meses contados desde la primera paga.

La excavación del foso no se limitaba a configurar este elemento ya que la piedra extraída del foso era la que abastecía a los maestros albañiles que estaban levantando las escarpas. Francisco Gutiérrez no debió proporcionar material suficiente pues fue preciso formalizar dos contratos para suministrar piedra (32). En ambos casos los maestros pedreros debían sacar la piedra de la Fuentecilla. Este paraje, al igual que el Olivar de la Trinidad, se encontraba intramuros pero al construirse la nueva muralla quedó extramuros. Es decir, si la piedra se extraía de la Fuentecilla la propia cantera iría conformando el foso en este sector.

El primer pliego de condiciones para suministrar piedra con destino a las nuevas fortificaciones se firmó el día 26 de septiembre. El 28 se pregonó en los lugares habituales. El contrato se remató el día 2 de octubre al maestro pedrero Oliver Jorge Gerardo que había sido el único que había presentado postura. Oliver Jorge tasó la carretada de piedra en 3 rs (cada dos carretadas hacían una vara cúbica). El 4 de octubre Oliver Jorge firmó la escritura de obligación. En la escritura se estipula que la Corona entregaría la pólvora y las herramientas necesarias para la extracción de la piedra y Oliver Jorge se comprometía a que diariamente trabajasen en la excavación 12 hombres cuyo número podría aumentar si era necesario.

El día 28 de octubre los maestros pedreros Francisco González y Diego Vinagre se obligaron también a sacar piedra para las fortificaciones. Como en el contrato anterior, se tasó la carretada en 3 rs de modo que cada dos carretadas hiciesen una vara cúbica. En la escritura de obligación se comprometieron a trabajar continuamente en la extracción de la piedra con 22 hombres y si fuese necesario debían trabajar más. Por su parte, la Corona se obligaba a entregar la pólvora y las herramientas necesarias para la extracción de la piedra.

En el año 1680 prosiguieron las obras en la muralla pues el 3 de marzo de 1680 Antonio Rebanales, maestro albañil, y Juan Marcos firmaron un contrato con Francisco Rodríguez para que este último les abasteciera de chamiza y retama con destino al horno en el que habían de cocer la cal necesaria para la fabrica de los baluartes y muralla de la puerta de la SantisimaTrinidad (33).

Si nos fiamos de la fecha que aparece grabada en la portada interior de la Puerta de la Trinidad, en 1680 la zona contigua a la nueva Puerta de la Trinidad ya estaba concluida.

Posiblemente la Corona aceleró la tramitación de las obras espoleada por las noticias que se tenían sobre las precauciones que estaban tomando los portugueses ante un posible enfrentamiento con Castilla. En la rápida ejecución de la obra pudo intervenir también el miedo a la peste. Como era habitual, para evitar la entrada en la ciudad de enfermos de peste el Cabildo Municipal ordenó tapiar los portillos, cerrar las puertas y sobre todo controlar el paso de forasteros por ellas.

Las nuevas fortificaciones llegaban muy tarde (hacia años que las plazas portuguesas de Elvas, Olivenza y Campomayor estaban fortificadas a la moderna) pero fueron muy oportunas pues en 1680 la tensión entre España y Portugal estuvo a punto de desencadenar un nuevo enfrentamiento. En efecto, los problemas en la colonia americana de Sacramento y los intentos portugueses de penetrar en el Río de la Plata tuvieron una repercusión inmediata en la Península. Badajoz se preparó para un hipotético ataque. Las autoridades municipales alertaron a los vecinos para que estuvieran atentos a la defensa de la plaza, se aseguró el abastecimiento de carne y se repartieron entre los vecinos armas, balas, pólvora, etc. Afortunadamente no llegó a declararse la guerra (34)

NOTAS.

1.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVIII, fol. 172.

2.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVIII, fol. 172v.

3.A.H.P., Badajoz, Prot. 1764.

4.MELÉNDEZ TEODORO, A.: “Los cerros emblemáticos de Badajoz”, Revista Oficial de la Feria de San Juan 2002, Excmo. Ayuntamiento de Badajoz, 2002, pp. 99-113.

5.GARCIA BLANCO, J.: Las fortificaciones de Badajoz durante la Guerra de la Restauración de Portugal (1640-1668), Aprosuba-3, Badajoz, 2001, pp. 74-75.

6.CRUZ VILLALÓN, M.: “Problemas de ingeniería militar española en el siglo XVII. La Plaza de Badajoz”, Norba-Arte (1996), Universidad de Extremadura, Cáceres, pág. 207.

7.CORTÉS CORTÉS, F.: “1640-1668: Fortificaciones en Extremadura”, Revista de Estudios Extremeños, XLII-1, Badajoz, 1986, pág. 196; A.H.P., Badajoz, Prot. 234, fol. 33; I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVIII, fol. 145.

8.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVII, ff. 287v-288.

9.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVIII, fol.145.

10.CORTÉS CORTÉS, F.: “1640-1668: Fortificaciones en Extremadura”, op. cit., pág. 194.

11.Plano de la Plaza de Badajoz con el de las demas obras anexas a el en el estado que hasta oy Primero de junio de 1739 se hallan sus fortificaciones, B-8-44, I.H.C.M., Madrid; Plano del fuerte de Pardaleras de Badajoz que manifiesta el estado en que han quedado el reparo de sus obras, y las que deviendo continuar faltan hazerse para su conclusión, BA-G-1/10, I.H.C.M., Madrid.

12.Secciones de perfiles trazados por distintos sitios de la fortificación de Badajoz, C.G.E., A.C.E.G., Extremadura 119.

13.A.H.P., Badajoz, Prot. 1764, fol. 416.

14.Monsaraz (A.H.P., Badajoz , Prot. 329, fol 783) y Moron (A.H.P., Badajoz, Prot. 368, fol. 130).

15.A.H.P., Badajoz, Prot. 1764, fol. 421v.

16.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVIII, fol. 224v.

17.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVIII, fol. 172v.

18.A.H.M., Badajoz, L.A., 25 de junio de 1677, ff. 54v-55.

CORTÉS CORTÉS, F.: Alojamientos de soldados en la Extremadura del siglo XVII, Editora Regional de Extremadura, Mérida, 1996; CRUZ VILLALÓN, M.: Badajoz: Ciudad amurallada, Junta de Extremadura, Mérida, 1999, pp. 76-78; MELÉNDEZ TEODORO, A.: “Cuarteles y dependencias militares en la Plaza de Badajoz”, Apuntes para la Historia de la Ciudad de Badajoz, V, R.S.E.A.P., Badajoz, 2004; GARCÍA BLANCO, J.: “El cuartel de caballería de Santo Domingo”, Apuntes para la Historia de la Ciudad de Badajoz, V, R.S.E.A.P., Badajoz, 2004.

19.A.H.M., Badajoz, L.A., 25 de junio de 1677, ff. 54v-55.

20.A.H.M., Badajoz, L.A., 9 de septiembre de 1677, ff. 82-82v.

21.A.H.M., Badajoz, L.A., 16 de septiembre de 1677, ff. 85v-87.

22.A.H.M., Badajoz, L.A.,18 de septiembre de 1677, ff. 106-107.

23.A.H.M., Badajoz, L.A., 5 de junio de 1679, fol. 56v.

24.A.H.M., Badajoz, L.A., 22 de junio de 1679, fol. 59.

25.A.H.P., Badajoz, Prot. 368, ff. 188-191.

26.GARCÍA BLANCO, J.: “El cuartel de caballería de Santo Domingo”, Apuntes para la Historia de la Ciudad de Badajoz, V, R.S.E.A.P., Badajoz, 2004, pp. 109-111.

27.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVIII, fol. 178

28.I.H.C.M.,Madrid, Colección Aparici-XXVIII, fol. 178-178v.

29.A.H.P., Badajoz, Prot. 1764, ff. 559-570.

30.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVIII, fol. 177.

31.A.H.P., Badajoz, Prot. 1764, ff. 479-486.

32.A.H.P., Badajoz, Prot. 1764, ff.533-540/603-607.

33.A.H.P., Badajoz, Prot. 1680, fol. 83.

34.CORTÉS CORTÉS, F.: Una ciudad de frontera. Badajoz en los siglos XVI y XVII, Caja de Ahorros, Badajoz., 2000, pág. 112.

miércoles, 28 de julio de 2010


2. Las fortificaciones entre 1668 y 1675.

Fig. 1). Vista de Pier María Baldi, 1668 (TEIJEIRO FUENTES, J; MELÉNDEZ TEODORO, A.: La fortificación abaluartada de Baajoz en los siglos XVII y XVIII, Autoedición, Tajo-Guadiana, Badajoz, 2000, pág. 68). Podemos visualizar perfectamente la morfología de las fortificaciones de Badajoz en 1668. La Alcazaba islámica coronando el Cerro de la Muela, la muralla medieval que cercaba al caserío de la ciudad y las medias lunas, construidas en el transcurso de la guerra, que se adosaron tanto a la Alcazaba como a la cerca urbana. A la derecha, el Fuerte de San Cristóbal.

Las fortificaciones que protegían Badajoz en 1668 no estaban en consonancia con la importancia estratégica que la plaza había adquirido tras la independencia de Portugal. La ciudad contaba con cuatro cinturones defensivos que de dentro a fuera eran:

Ø La Alcazaba situada en la cima del Cerro de la Muela. Su principal defensa era la cerca islámica que se mantenía casi intacta si bien, se había reforzado durante la guerra con varias obras (media luna de la Puerta del Alpéndiz, puestos de guardia en las puertas del Capitel y Carros, baterías, almacenes para pólvora, artillería y municiones, etc.)

Ø La ciudad estaba rodeada por una muralla medieval, construida con tapias, a la que se habían ido adosando medias lunas, baluartes y dos caminos cubiertos. Las defensas urbanas se completaban con varias baterías.

Ø El cinturón exterior estaba compuesto por los fuertes de San Cristóbal, Cabeza del Puente y Pardaleras. Los dos primeros estaban unidos por un camino cubierto.

Ø Una red de atalayas rodeaba la ciudad con objeto de vigilar y alertar en caso de peligro (San Gaspar, Corchuela, Torrequebrada, los Rostros, Talavera, Rey, etc.).

Es decir, un conjunto defensivo medieval al que se habían adosado varias obras de trazado moderno pero muy endebles (medias lunas, pequeños baluartes, camino cubierto, etc) y un cinturón exterior con tres fuertes que ocupaban algunos de los padrastros más peligrosos (fig. 1).

Podríamos pensar que con la independencia de Portugal se acometerían obras de envergadura para trasformar a Badajoz en una auténtica plaza fuerte pero las autoridades de Madrid no lo consideraron oportuno. Las intervenciones en las fortificaciones de la Raya después de la guerra podemos dividirlas en dos períodos claramente diferenciados. El primero se extiende entre los años 1668 y 1675 y el segundo a partir de 1675.

Las líneas de actuación que caracterizan al primer período son las que se expresan en el informe del 4 de marzo de 1668 (ver capítulo anterior). En estos años la Corona emprendió pocas obras y los trabajos se limitaron a mantener las fortificaciones existentes y reparar las ruinas que periódicamente se iban produciendo. Posiblemente las dificultades económicas y sobre todo el deseo de no provocar la desconfianza de Portugal, que podía interpretar las nuevas fortificaciones como el preludio a una nueva guerra, expliquen dicha estrategia.

Las obras más ambiciosas se plantearon en Valverde de Leganés, Alconchel y Villanueva del Fresno y tenían como objetivo consolidar una línea fuerte que hiciese frente a la plaza de Olivenza (recuperada por los portugueses tras la firma de la paz). Pese a todo, dichas fortificaciones no llegaron a materializarse aunque fueron diseñadas y se les adjudicó su correspondiente partida presupuestaria.

Por lo que se refiere a Badajoz las obras fueron escasas y las que tenemos documentadas no se refieren a fortificaciones propiamente dichas sino a obras auxiliares (construcción de un cobertizo para el puente de barcas y reparación de los almacenes de municiones y pertrechos de la artillería). En efecto, el 18 de noviembre de 1669 se solicitaron 2.371 escudos para construir un cobertizo destinado a almacenar las 28 barcas que componían el puente de barcas y otros 1.000 para reparar los almacenes de municiones y pertrechos de artillería. Las dificultades financieras eran tan agudas que en un primer momento se estudió la posibilidad de vender las barcas para excusar el gasto del cobertizo. No obstante, don Diego Sarmiento, que fue el encargado de estudiar este asunto, consideró que el coste del cobertizo era muy moderado. Asimismo estimó que no se obtendrían beneficios de la venta teniendo presente el elevado coste que había supuesto fabricarlas y su utilidad en caso de necesidad. En atención a todo ello recomendó conservarlas y construir el cobertizo.

El 28 de febrero de 1670, el Consejo de Guerra, visto el informe de Diego Sarmiento, descartó la venta y aconsejó construir el cobertizo, reparar los cuatro almacenes de Badajoz, pagar los alquileres que dellos se deben y reparar los almacenes de Alburquerque, Alcántara y Moraleja (1).

No hemos podido documentar la construcción del cobertizo para las barcas pero si la reparación de los almacenes a donde estan en esta plaça los peltrechos de guerra y municiones q. tiene para su defensa (2). El contrato se firmó el 27 de julio de 1671 e incluía reformas en tres inmuebles y la construcción de uno nuevo:

§ En la casa que era del Sr conde de la rroca debía construirse una rafa, reparar algunas paredes y enladrillar (pavimentar con ladrillos) una sala grande.

§ En el almacén que llaman de D. gomez de la rrocha debía enladrillar una de las estancias y parte de la piquería (sala en la que guardaban las picas).

§ Enladrillar una sala del almacén de pólvora situado frentte de San Pedro

§ Levantar un cobertizo en el Corral grande que esta frentte de el almacen que llaman de D. Gomez de la rrocha. El cobertizo estaría adosado a la muralla de la Alcazaba por uno de sus lados.

Fig. 2 A). Plano anónimo de mediados del siglo XVII (Krigsarkivet, Estocolmo). Los almacenes aparecen señalados con la letra F (TESTÓN NÚÑEZ, I.; SÁNCHEZ RUBIO, C.M.; SÁNCHEZ RUBIO, R.: La Raya Luso-Extremeña en el Archivo Militar de Estocolmo, Gabinete de Iniciativas Transfronterizas, Junta de Extremadura, Mérida, 2003, pág. 64).

Fig. 2 B). Planta de los almacenes en 1735 (Plano del recinto de la fortificación de Badajoz con el Castillo Viejo y el fuerte de San Cristóbal por Diego de Bordick, Brigadier de Ingenieros, C.G.E., A.C.E.G., Extremadura, 117).


Fig. 2 C). Plano de la Alcazaba en 1803 con la planta de los almacenes y cuarteles (Plano que manifiesta la altura del Castillo antiguo de la plaza de Badajoz, por José de Gabriel, C.G.E., A.C.E.G., Extremadura, 159).

El coste de la obra se estipuló en 20.00 reales y José Cañizares, el maestro albañil encargado de las obras, se comprometió a tenerlas concluidas a finales de septiembre de ese mismo año (1671).

Los cuatro inmuebles citados se localizaban en la Alcazaba pero no sabemos con que edificios actuales se corresponden (3). Sobre este asunto sólo podemos señalar que en el plano de Krigsarkivet observamos que los almacenes ocupaban la casa-palacio de los Acevedos (inmueble al que pertenecía el mal llamado Torreón del Obispo), el palacio de los duques de Feria (actual Museo Arqueológico) y la casa-palacio de los Zapata (fig. 2A). En este mismo entorno se levantaban inmuebles más modestos como las casas de Juan López García y Juan Fernández que eran linderas y estaban adosadas a la cara interna de la muralla de la Alcazaba contigua a la plaza de José A. Sáenz de Buruaga.

Todos estos inmuebles rodeaban la actual plaza de José A. Sáenz de Buruaga. Las calles que daban acceso a la plaza estaban cortadas, seguramente con tapias, de modo que los inmuebles formaban un conjunto unitario en el que la plaza pasó a convertirse en patio (fig. 3A). El principal acceso se encontraba en la calle comprendida entre el Museo Arqueológico y la casa-palacio de los Acevedos. También existía otra entrada, de menores proporciones, frente al polvorín (fig. 3B)


Fig. 3 A). Área de los almacenes en la actualidad. En primer término casa-palacio de los Zapata. En el centro el palacio de los duques de Feria (Museo Arqueológico Provincial).

Por otro lado, tanto el documento del 28 de febrero de 1670 como el contrato de reparación (27 de julio de 1671) dejan traslucir que los almacenes, o al menos alguno de ellos, no eran propiedad de la Corona sino que los tenía alquilados.

La maestranza de la artillería también se levantaba en la Alcazaba pero fuera de este ámbito pues sabemos que estaba cerca de la ermita de Santiago (4).

Las obras no acabaron con los problemas pues el ingeniero Luis de Venegas advertirá, siete años después, que era preciso aderezar los almagacenes que estan muy mal parados (informe del 8 de julio de 1677). Después será Diego de Portugal el que alerte de que los Magacenes (sic) de las municiones amenazaban gran ruina (Informe del 27 de enero de 1684).

Fig. 3 B). En el centro de la imagen el palacio de los duques de Feria. Al fondo y a la derecha el mal llamado Torreón del Obispo que formaba parte de la casa-palacio de los Acevedos. Entre ambos inmuebles se encontraba uno de los accesos al espacio central de los almacenes. El segundo acceso se encontraba a la derecha del polvorín (edificio de los arcos).

NOTAS

1.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVIII, fol. 138.

2.A.H.P., Badajoz, Prot. 360, ff. 201-202.

3.SÁNCHEZ RUBIO, C.; SÁNCHEZ RUBIO, R.: Badajoz en el Krigsarkivet. El hallazgo de la visión más lejana, Excmo. Ayuntamiento, Badajoz, 2003, pág. 33.

4.AH.P., Badajoz, Prot. 232, fol. 361; A.H.P., Badajoz, Prot. 343, fol. 187.

3. Cambio de política (1675).

A partir de 1675 asistimos a un cambio radical. Ese año se aprobó un “ambicioso” plan de reformas de las fortificaciones de la Raya. En primer lugar, Luis Ferrer (gobernador de las armas de Extremadura) y el capitán Francisco Domingo (ingeniero militar) inspeccionaron las plazas de la frontera y en dos informes (fechados el 8 de febrero y 1 de marzo de 1675) detallaron su estado y los fondos que debían destinarse tanto a las reparaciones como a los sueldos de los soldados pues en tres años solamente han percivido tres pagas (1).

El 11 de marzo, el Consejo de Guerra, tras examinar los informes remitidos por Luis Ferrer y Francisco Domingo, recomendó al Rey las propuestas de ambos ya que:

“...por las noticias que se tienen de que se arman Portugueses y cuyas anticipadas prevenciones es justo solicitar el cuidado de que las plazas de aquellas frontera se pongan en buena defensa...” (2)

Es decir, el Consejo de Guerra daba máxima prioridad a las fortificaciones y a la paga de los soldados ya que estaba informado de que los portugueses se estaban armando y por tanto era urgente prepararse de cara a un posible enfrentamiento.

Tras aprobarse el plan (10 de abril de 1675) se ordenó librar el dinero aunque el Concejo de Guerra acordó remitir por ahora 20.000 de los 41.359 escudos que solicitaba Luis Ferrer.

Siguen dos años en los que no sabemos con certeza quien está al mando del ejército de Extremadura. En efecto, el 3 de abril de 1676 el conde de Montijo visitó las fortificaciones de la Raya y realizó un informe dando cuenta del estado de las mismas. Desconocemos que atribuciones tenía en este momento si bien mientras permaneció en Extremadura las cartas que se remiten desde Madrid van dirigidas al conde de Montijo y Luis Ferrer no aparece citado.

Pero retomemos el curso de los acontecimientos. En primer lugar debemos recordar que el Consejo de Guerra había resuelto enviar a Extremadura una primera remesa de 20.000 escudos. El 21 de junio de 1677 se informaba al conde de Montijo del envío de otros 20.000 escudos destinados a las fortificaciones de Badajoz y poco después se consignó otra partida de 20.000 reales de a ocho para las reparaciones más urgentes en el resto de las plazas. Para distribuir los 20.000 reales entre los lugares más necesitados se ordenó que el ingeniero mayor (Luis de Venegas) inspeccionase las fortificaciones de la frontera. El informe de Luis de Venegas (8 de julio de 1677) y las cartas de los gobernadores de las distintas plazas nos presentan un panorama desolador y vienen a confirmar las conclusiones que ya habían expuesto Diego Caballero (6 de febrero de 1665) y el conde de Montijo (3 de abril de 1676). En el caso de Badajoz, Luis de Venegas denunciaba que en las murallas que bordeaban el Guadiana había zonas por las que se podía pasar a caballo e incluso otras tan arruinadas que permitían el paso de carretas. El resto de la ciudad no estaba en mejores condiciones pues era necesario reparar casi todas las puertas y rastrillos, baluartes, medias lunas, camino cubierto, fuertes (San Cristóbal, Cabeza de Puente y Pardaleras), etc (3).

Los informes del conde de Montijo (3 de abril de 1676) y Luis de Venegas (8 de julio de 1677) fueron estudiados y valorados por el duque de San Germán (12 de agosto de 1677) que a la vista de los mismos estimó que todos los recursos disponibles debían destinarse a fortificar Badajoz y las plazas de Alburquerque, Valencia de Alcántara y Alcántara. El desglose de gastos que establecía el Duque era el siguiente:

A. La partida de 20.000 reales debía consignarse a las fortificaciones de Badajoz y además convendrá que se le situe (a las fortificaciones de Badajoz) una porción considerable en cada mes hasta que se pongan en perfección todas las obras por ser plaza de tanta importancia (4).

B. De la partida de 20.000 escudos se destinarían 15.000 a las plazas de Alburquerque, Valencia de Alcántara y el puente de Alcántara. Los 5.000 escudos restantes se reservarían para cubrir las reparaciones más urgentes de otras plazas. Las primeras remesas de esta partida empezaron a llegar a Badajoz en diciembre.

Lamentablemente, la falta de recursos no permitía afrontar todas las obras. Para entender las penurias financieras hemos de recordar que entre los años 1678-83 la peste, el hambre y el desorden monetario sumieron a España en una nueva crisis. En noviembre de 1678 el gobierno ordenó suspender el pago de toda la deuda contraída con anterioridad a finales del año 1677 aunque se exceptuaron los asientos y el gasto militar.

Para paliar la escasez de fondos, Antonio Paniagua Zúñiga, el nuevo gobernador de las armas de Extremadura, propuso que algunos tributos y parte de los bienes de propios de los municipios se destinasen a costear las obras de la frontera (29 de octubre de 1677). En el caso de las fortificaciones correspondientes a las Ordenes Militares, plantea que el Consejo de las Órdenes reservase las rentas consignadas a las fortificaciones para las plazas de la frontera. Asimismo reclama que el dinero destinado a las fortificaciones no se desviase a otros fines. La Junta de Guerra consideró muy acertadas sus propuestas y decidió recomendarlas a la Corona (5).

El Cabildo Municipal por su parte, ante la penosa situación de la muralla, había acordado reparar algunos tramos (4 de marzo de 1677) aunque la cantidad desembolsada (416 rs.) nos hace sospechar que la obra debió ser mínima (6).

En diciembre de 1677 comenzaron a llegar a Badajoz las primeras remesas de los 20.000 escudos que se habían aplicado para fortificar la frontera (7) Antonio Paniagua estimaba que la mayor parte de esos fondos debían asignarse a Badajoz y más concretamente a la esquina del convento de la Trinidad que era el sector más vulnerable de la ciudad. Según el ingeniero militar Francisco Domingo el paraje del convento de la Trinidad.

“… se deve poner todo cuidado de fortificarse por estar toda su Plaza de Armas mandada de la eminencia opuesta de la otra parte del Arroyo de Rivillas a tiro de arcabuz (Cerro de la Picuriña/San Lázaro), y de la que mira al de Santa Marina, el terreno natural de la Campaña descubre hasta los pies con que por frente y de costado queda mandada, ademas de este tan grande yncombeniente se sigue que el ataque principal que le puede benir á esta Plaza es por este paraje por que ofrece una proporcion moderada donde poder tener cubierta su Plaza de Armas pasando por ella el arroyo Rivillas y benirse cubierto por el mismo arroyo abajo hasta quatrocientos pasos de la Plaza y aunque ay otros Puestos en la Plaza en que poder reparar y fortificar tengo este por el mas preciso…” (8)

El proyecto que en principio debía ejecutarse era el que había esbozado Luis de Venegas en 1658 y después retomó don Juan José de Austria. Conviene que antes de proseguir recordemos los pormenores y avatares de dicho proyecto.

Como ya hemos dicho, en 1658 un potente ejército portugués se presentó ante Badajoz. Su plan inicial era apoderase del Fuerte de San Cristóbal pero los asaltos al fuerte fracasaron por lo que determinaron tomar la ciudad poniéndola sitio. Los trabajos de asedio estaban dirigidos por el ingeniero Nicolás de Langres que resolvió entrar en Badajoz por la zona del convento de la Trinidad. Para ello, situó los ataques en el padrastro de la Picuriña-San Lázaro y en los Hornos Caleros (situados cerca de la Plaza de Toros y a lo largo del camino de los Mártires que bordeaba la orilla izquierda del Rivillas). En ambos lugares montó artillería y comenzó los aproches (trincheras de aproximación) para acercarse a la esquina de la Torre del Canto del Rivillas (situada en las inmediaciones del Colegio Juventud). El plan no podía ser más sencillo y efectivo ya que la batería de la Picuriña-San Lázaro dominaba y tomaba de flanco la muralla de la ciudad comprendida entre la Torre del Canto del Rivillas y la Puerta de Santa Marina. Al mismo tiempo este sector era batido frontalmente desde los Hornos Caleros. Solo era una cuestión de tiempo el que los portugueses abriesen brecha en la muralla y por ello los defensores comenzaron una nueva línea fortificada para reatrincherarse cuando los enemigos superasen la muralla exterior (cerca medieval). La nueva línea, que estaba obviamente intramuros, se emplazaba a una cota más elevada que las viejas murallas medievales de modo que no estaría dominada desde el Cerro de la Picuriña. Es poco lo que sabemos de este proyecto aunque parece ser que incluía un baluarte (baluarte del Olivar de los Frailes) que debemos situar en la manzana formada por las calles de Martín Cansado, Calado y Suárez Somonte (fig. 4).

Fig. 4). Emplazamiento aproximado del baluarte del Olivar de los Frailes. En rojo el baluarte iniciado en 1658 y en verde una parte del proyecto de Luis de Venegas para fortificar el frente del Rivillas y la esquina de la Trinidad-Hornos Caleros (ver figura 5 en la que esta línea aparece señalada con la letra B).

Tras el sitio, el proyecto debió paralizarse y se retomó durante el mandato de don Juan José de Austria (1660-1664). En esta ocasión las defensas de la zona se reforzaron. En efecto, los ingenieros Nicolás de Langres y Ventura Tarragona proyectaron ocupar el Cerro de la Picuriña con una tenaza con objeto de impedir que el padrastro fuese tomado por el enemigo y desde él organizase el ataque a la ciudad (9). Los objetivos de la tenaza de la Picuriña están claros pero no sabemos si fue diseñada para reforzar el proyecto de Luis de Venegas o era independiente de él. Como quiera que fuese, estaban trabajando en la fortificación de la esquina de la Trinidad tres ingenieros que en 1658 habían estado enfrentados ya que Luis de Venegas y Ventura Tarragona eran dos de los ingenieros que defendieron Badajoz mientras que Nicolás de Langres fue el ingeniero que dirigió los ataques portugueses contra la ciudad.

El proyecto de Luis de Venegas fue aprobado e incluso cuando don Juan José de Austria dejó Extremadura, su sucesor, el conde de Marchin, continuó con la tramitación del mismo y se dieron los primeros pasos para iniciar las obras aunque después, por razones que ignoramos, volvió a paralizarse.

En 1677 Luis de Venegas volvió al ataque. En el informe del 8 de julio de 1677 planteó la posibilidad de construir una versión reducida del proyecto aprobado en tiempos de don Juan José de Austria. La nueva propuesta de Luis de Venegas incluía un baluarte en el Olivar de los Frailes con dos cortinas colaterales en forma de cortadura real. La cortina de la derecha se extendería entre este baluarte y el de Caracena. La cortina de la izquierda se extendería hasta la plataforma de la Torre de las Palomas. Para el sector comprendido entre la Alcazaba y la Torre de las Palomas propuso

“…El baluarte de la puerta de la traicion (Puerta del Alpéndiz) que esta en lo alto del castillo (…) necesita precisamente de alargarlo hasta la torre del mirador del obispo rebistiendolo de piedra y cal, como los demas desde el angulo defendido bajar con una cortina á la puerta de Merida para ceñir la Ciudad por aquella parte mas de doscientos pasos dejando fuera el matadero y aquel barrio que no tiene casas empie, y la cortadura que la cubria estar enfilada de la campaña sin tener ningun remedio su enfilada…” (10)

Es decir, entre la Torre de las Palomas y Puerta del Alpéndiz se extendería una cortina muy retranqueada respecto a la vieja muralla (debía dejar extramuros tanto al Matadero como a la mayor parte del barrio contiguo). La cortina remataba en el ángulo defendido del baluarte situado delante de la Puerta del Alpéndiz. Con respecto a este baluarte, Luis de Venegas proponía alargarlo hasta la Torre del Mirador del Obispo (¿Torre de la Vieja?). Por último, Luis de Venegas consideraba que para defender el sector de la Trinidad era fundamental construir la tenaza que los ingenieros Ventura Tarragona y Nicolás de Langres habían diseñado en el padrastro de la Picuriña-San Lázaro.

Una vez que hemos expuesto la evolución del proyecto desde su fase inicial en 1658 con sus variantes y mejoras debemos señalar que en nuestra opinión la versión del mismo que debía ponerse en marcha en 1677 no era la que había propuesto Luis de Venegas en el informe del 8 de julio de ese año sino la que se había aprobado en tiempos de don Juan José de Austria que a su vez estaba basada en el proyecto original de 1658 (fig. 5. Línea fortificada marcada con la letra B).

Fig. 5). Proyectos de Luis de Venegas. Las fortificaciones señaladas con la letra A (marcadas en rojo) se corresponden con obras existentes (cerca medieval, media luna de la Trinidad y baluarte de los Hornos Caleros). Las fortificaciones señaladas con la letra B (marcadas en verde) se corresponden con el primer proyecto de Luis de Venegas. Las fortificaciones señaladas con la letra C (marcadas en negro) se corresponden con el segundo proyecto (I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVIII, fol. 167).

Esta versión contemplaba la construcción de un semibaluarte en lugar del baluarte diseñado en 1658 (baluarte del Olivar de los Frailes). Del semibaluarte partían dos cortinas:

o La cortina de la derecha remataba en el baluarte de Caracena (calle de Suárez Somonte).

o La cortina de la izquierda se unía a un baluarte que levantaba entre los actuales baluartes de la Trinidad y San Pedro. Desde este baluarte partía otra cortina hasta la plataforma de la Torre de las Palomas.

Asimismo debemos precisar que entre las obras que debían construirse en 1677 no estaban ni la tenaza de la Picuriña-San Lázaro ni la cortina que uniría la Torre de las Palomas con la Alcazaba.

El proyecto es muy interesante desde el punto de vista técnico pues los flancos de los baluartes no son perpendiculares a la cortina sino a la línea de defensa. No obstante, ciertos tramos no siguen esta norma pues en más de un caso para evitar que un flanco fuese enfilado era necesario obviar la norma y adoptar el ángulo más adecuado para sortear la enfilada.

Antonio Paniagua se mostraba convencido de que el proyecto es muy bueno y no se puede mejorar aunque al construirse a una cota muy superior a la que ocupaba la vieja muralla dejaba extramuros a una parte de la ciudad (convento de la Trinidad, cincuenta casas, el camino cubierto que había construido Diego Caballero frente a la media luna de la Trinidad, etc). Cuando se aprobó el proyecto, en tiempos de Juan José de Austria, se tasó el convento y las casas pero en esta ocasión Antonio Paniagua consideraba que este gasto consumiría buena parte de la financiación. Ante estos problemas, decidió plantear un segundo proyecto, obra también de Luis de Venegas, que solventase las dificultades del anterior (derribo del convento y las casas).

Luis de Venegas diseñó un nuevo proyecto en el que la muralla discurría a una cota inferior, más cercana al cauce del Rivillas y al padrastro de la Picuriña, dejando intramuros al convento de la Trinidad (fig. 5. Línea fortificada marcada con la letra C). Desgraciadamente con este trazado las nuevas fortificaciones estarían dominadas desde el Cerro de la Picuriña. Resulta sorprendente el cambio de Luis de Venegas pues en su informe de 8 de julio de 1677 había recomendado el primer proyecto y en tan sólo 5 meses reconsideró una propuesta que había mantenido más de 19 años (11).

Antonio Paniagua no se atrevió a optar por uno de los proyectos y antes de comenzar las obras remitió una carta al Rey en la que solicitaba me mande lo que he de hacer (12). Por su parte, el Consejo de Guerra tampoco quiso definirse y se limitó a devolver la pelota a Antonio Paniagua ya que resolvió dejar el asunto al arbitrio del Señor Don Antonio ejecutar en esto lo que fuere mas preciso y conveniente al servicio de su Magd (13).

Pese a todo, ninguno de los dos proyectos llegó a materializarse pues el Consejo reconsideró su primera decisión, en la que delegaba en Antonio Paniagua para que este obrase lo que considerase más oportuno, y envió nuevas órdenes para que el dinero consignado a las fortificaciones se emplease en reparar las partes arruinadas (14). La decisión del Consejo es más que comprensible si recordamos el panorama que presentaba Luis de Venegas en el informe de 8 de julio de 1677. La situación debió ser tan preocupante que en 1678 el Cabildo Municipal realizó ciertas reparaciones por las que desembolsó 820 rs. (15). Una cantidad muy moderada pero las arcas municipales no podían aspirar a metas más ambiciosas.

NOTAS.

1.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVIII, ff.138 bis-140

2.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVIII, fol. 139v-140

3.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVIII, ff.143-146v.

4.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVIII, fol. 156v.

5.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVIII, ff. 158-162v.

6.A.H.M., Badajoz, L.A., 4 de marzo de 1677, fol. 23v-24.

7.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVIII, fol. 163.

8.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVIII, fol. 176.

9.La revisión del proyecto de Luis de Venegas tuvo que realizarse antes de 1665 pues ese año murió Nicolás de Langres. Los proyectos para fortificar el frente del Rivillas están magníficamente estudiados por María Cruz Villalón, Javier Teijeiro y Álvaro Meléndez (CRUZ VILLALÓN, M.: “Las murallas de Badajoz en el siglo XVII”, Norba-Arte, VIII (1988), Universidad de Extremadura, Cáceres, pp. 126-132; TEIJEIRO FUENTES, J; MELÉNDEZ TEODORO, A.: La fortificación abaluartada de Badajoz en los siglos XVII y XVIII, Autoedición, Tajo-Guadiana, Badajoz, 2000, pág. 72-75).

10.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVIII, ff. 145v-146.

11.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVIII, ff. 165-168.

12.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVIII, fol. 164.

13.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVIII, fol. 164.

14.I.H.C.M., Madrid, Colección Aparici-XXVIII, fol. 172.

15.A.H.M., Badajoz, L.A., 16 de marzo de 1679, fol. 26. El pago se realizó en esa fecha pero las obras se habían llevado a cabo el año anterior.